Recuerdos de la
Carcabina
Fueron
muchas la generaciones de niños y niñas que tuvieron como alma mater de todo su acerbo cultural la vieja escuela de la Carcabina.
Fueron muchos los maestros que se fueron
sucediendo a lo largo de su historia. Todos pusieron allí su abnegado trabajo.. Parece que uno de los más antiguos fue Don Celestino, que
vivió en Tamargo, en la que todavía hoy se llama la
Casa del Maestro.
Alegría la de Victor
de La Chabola, recuerda que allí, bajo la vara disciplinada de don Celestino,
recibió la educación que la preparó para la vida. Entonces se educaban todos
los niños y niñas juntos. Y era la cosa más natural durante las horas de clase,
ponerse de pie, levantar la mano y decir en voz alta, “¿Licencia?” El maestro
levantaba la vara y la niña salía disparada. a buscar
la protección de una sebe. Normalmente
los niños iban hacia una zona y las niñas hacia otra. La demanda de “licencia”
era la pauta de cada día, cuando los niños empezaban a cansarse de estar
sentados en los duros bancos.
También Eloína
de Casa Candás asistió a la escuela de La Carcabina, ella, muy niña, recuerda a su maestro don
Celestino. Era tan mayor, que el pobre se dormía delante de los niños, lo que
ellos recibían con mucha alegría porque se podía hacer lo que se quisiera, con
tal de no hacer ruido y despertarlo.
El primer maestro de La Carcabina después de la Guerra fue don Andrés, era serio y
trabajador, con él había que cantar el “Cara al Sol”, de pie y con el brazo en
alto; esto era lo peor, porque los niños, unos cincuenta, se cansaban e iban
bajándolo poco a poco hasta quedar horizontal, pero el maestro vigilaba para
impedirlo.
De quellos
tiempos tiene David una foto que, si se puede, incluiremos en esta artículo: están todos cobijados bajo la bandera
nacional con la Carcabina al fondo. David me
explicaba que los niños que están mejor vestidos era
porque tenían familiares en Méjico que les mandaban ropa.
También nos presta otra foto de don
Venceslao con veinticinco alumnos y una señora que se coló, la madre de Rogelio
de Ranapega.
Éste fue uno de los maestros que
dejaron una huella especial. Además de atender a su numerosa grey, empezó a
fijarse en los críos más despejados y a prepararlos para a estudiar, cosa nunca
vista en la parroquia de Balsera.
Pues bien, este don Venceslao tuvo
el coraje de ir convenciendo a los niños más destacados y a sus padres, de una
cosa que entonces parecía imposible: que los chicos estudiasen una carrera. Hay
que comprender que para sobrevivir en casa, no había más que el trabajo del
campo y se necesitaban los brazos de todos para lograr llevarlo adelante.
Cuando yo llegué de cura, vi con extrañeza que en Escamplero,
José Ramón de La Trecha iba hasta la Universidad de Oviedo todos los días en
una bicicleta y como a los alumnos de Derecho se les exigía ir a clase de
corbata, pues allá iba él a diario con su bici y su corbata. Yo lo conocí
cuando ya estaba a punto de terminar la carrera..
Uno recuerda con nostalgia de
aquellas fiestas tan grandes que hacíamos a la Virgen del Carmen en la capilla
de Tamargo, con aquella novena tan
concurrida donde impresionaba ver tanta gente que cumplía la promesa de
atravesar todo lo largo del prado de rodillas, por favores que habían recibido
a través de la Virgen..
Y aquellas solemnes ceremonias
religiosas bajo la sombra del árbol centenario -¡qué pena: lo han cortado!..,
Al recordar todo aquello nunca me perdono no haber promovido comprar, entre
tantos buenos creyentes, el prado con el árbol y haber hecho una sencilla
capilla para la Virgen y que fuera de la Virgen, propia de ella, y que dejara
de estar en capilla alquilada y en condiciones bastante reñidas.
.
Pero sigamos con el tema que nos
ocupa. Entre los fieles devotos de la Virgen del Carmen, había un chaval de la
parroquia que estudiaba afanosamente en la Academia militar. Cada año, los
símbolos que obtenía según iba superando los cursos, los ponía, como trofeo, a
los pies de la Virgen, y en la novena y en el día de la fiesta, a la hora de la
procesión, siempre salía la imagen adornada con un cordón de color diferente o
un diploma. que había obtenido el chaval allá, en la
lejana Academia. Era José Luis de Casa Camacho.
También de la misma hornada teníamos
en Ca Pedro otro chaval, Gaspar, que estaba
terminando sus estudios de maestro. Gaspar me cuenta, que don Venceslao vivía
de posada en el bar y participaba en las tertulias con los paisanos.
Convencer a Manuel para que mandase
a estudiar a su hijo a Trubia, pagando
Por fin accedió. Pero ir andando a
Trubia, siempre en invierno, era duro para todos. Ello suponía prepararle todos
los días la comida y algo de ropa y alpargatas y botas, porque había que ir
hasta La Bombilla, que era un colegio que la Fábrica de Armas tenía para los
hijos de obreros, pero aun así , había que pagar la
cuota mensualmente. El camino era largo y duro. Recuerda Gaspar que un día
empezó a nevar a la salida de casa y, cuando llegaron al colegio, había casi
medio metro de nieve. Llegaron tan mojados, que la profesora les mandó que se
quitasen el calzado para secarlo encima del radiador, pero no quisieron
quitarse también los pantalones, por lo que se les permitió permanecer
arrimados a la estufa mientras seguía con toda normalidad la clase.
En aquel intrépido grupo estaban
también:
- José, hijo de Pin de Lilo, de Casa
de Lapistola, que fue, durante dos años compañero de
Gastar en las caminatas a Trubia, luego se colocó en ENSIDESA y fue a vivir a
Avilés.
- José Manuel ,
hermano del abogado José Ramón de La Trecha, también estudió el bachillerato
aquel de siete cursos, en La Bombilla y se colocó en el Banco Herrero.
-Joaquín de Casa Xixón
de Valsera, que se preparó para ir a trabajar a la
ciudad.
Otros pasaron a la Escuela de
Aprendices y se hicieron buenos profesionales como:
-Mario del Peluso,
Isaac de Benito y Manolo Pachulín.
Y el último, que no pudo dar el
salto a la a la universidad, pero le tocó hacer el camino de Trubia y terminó
aquel duro bachillerato en los Maristas, que era el mejor colegio de Oviedo,
fue nuestro amigo David Miranda de Casa El Juez. A él le tocó ser víctima de
varios desventurados sucesos familiares, que truncaron para siempre sus
proyectos de estudios. En aquellos momentos cruciales de su vida, su hermano
Manolo, que era un gran apoyo para la casa, se murió en accidente de bici
bajando bajando de Santullano
hacia Andallón, en una noche de invierno. Su viuda se
quedó con tres hijas pequeñas y embarazada. No tardó
mucho en morirse ella también.. Para colmo de
desgracias también falleció su padre.
David quedó casi de repente, como el
único hombre de la casa sobre el que recayó el cuidado de su madre y la
dirección de la hacienda, para lo que no estaba preparado..
Y, para colmo, le llegaba la hora de irse a la mili sin que nadie lo remediara.Eran dos años que podía pasarse incluso en
África. Podría librarse por ser hijo de viuda, pero como también se había hecho
cargo de una carnicería que tenían en la casa, donde una o dos veces al mes se
mataba una res para vender, por ese motivo se le anuló el derecho a quedarse
para cuidar de su anciana madre, pues las leyes militares eran intransigentes.
Al Cura le pareció que se cometía
una injusticia muy grande.Fue varias veces a Oviedo y
revolvió todo lo que estaba a su alcance, pero todo fue en vano.El
tiempo se echaba encima.
Asturias pertenecía militarmente a
la septima Región Militar radicada en Valladolid y
dirigida por un Capitá General. Así que ése era el último resorte que nos
quedaba.
Había que tomar una decisión: cogimos
el tren en Oviedo David y yo y nos plantamos en Valladolid. Que nos recibiera
el Capitán General, así, sin previo aviso, era casi imposible. Fui explicando
de despacho en despacho la injusticia que se cometía privando a la anciana
madre de su hijo. Que un curín de pueblo, desde
Asturias se atreviese a presenrse y pedir audiencia
ante la máxima autoridad militar,no
era cosa normal. Y todos se quedaban por lo menos extrañados. Por fortuna
llegué al despacho de un capitán que resultó ser de Moreda. Le caí bien y
procuró facilitarme en lo que pudiese el encuentro. La entrevista fue bastante
dura. Alguna vez levantamos la voz , por turnos. El
con la Ley, yo con la epiqueia que él no reconocía,
que consiste en ver que en un caso concreto la Ley puede no ser justa. La
tensión para mí era muy grande, A veces estaba a punto de despedirme. Por fin
tuve que irme, sin que se consiguiera nada en claro.
Yo salí de su despacho y me encerré
rápidamente en los aseos y empecé a llorar convulsivamente, cuando me fui calmando,
volví a salir. A David no le habían dejado pasar, y estaba esperándome en
alguna sala. La cara que me vio no debió de ser muy consoladora. Tenía que
despedirme del Capitán de Moreda. El no estaba tan pesimista como yo y me
animó. Le parecía que la audiencia había sido positiva, pues había causado
buena impresión. Todos parecía que querían ayudarme. Ya en plan de paisanos que
éramos me indicó la estrategia a seguir: Vd. va a traer todos los documentos
que pueda de las autoridades locales y hasta del alcalde de barrio, y el suyo
como cura. Vaya a Sindicatos, al de la Carne, que le den informe detallado de
la venta según el volumen de mercado que se realiza,etc .
El argumento de la Ley era, que si
tenía una empresa, una carnicería, podía pagar a alguien que cuidase de la
madre mientras él estuviera ausente en la mili.
Del sindicato de la carne conseguí un largo estudio de las reses que se vendían
al año en la carnicería de David. El informe despiezaba y valoraba en costes y
ganancias de cada res.
El escrito tenía varias páginas. El
resultado era negativo, o sea: perdía dinero David. Se envió todo urgentemenete y por fin, se recibió la tan ansiada
dispensa.
Así que fue como David se quedó en
el pueblo para siempre.
Todos ellos fueron alumnos de La Carcabina. A todos ellos les tocó tener como maestro a don
Venceslao, el inquieto maestro que buscaba mejores horizontes para sus alumnos.
Fue en este tiempo, cuando la vieja
escuela de La Carcabina tuvo su peculiar “Edad de
Oro”. Esto sucedía ya en los últimos años de su existencia como escuela
pública, después de haber servido hasta de cuartel en la Guerra: allí estaban
las cocinas para la tropa, que dormía en el suelo de la iglesia, según me contó
un soldado gallego que vino hace poco para recordar aquello y señalarme el
lugar exacto donde él había dormido durante varios meses.
En el Charcón estaban ya proyectando
construir el nuevo edificio escolar que pondría fin a las actividades de la Carcabina ,
absorbiendo también la escuela de niñas de Balsera.
Casos de padres audaces y que
querían que sus hijos sobrepasaran el nivel tradicional de la familia a través
de los estudios, aunque no fue en la Carcabina, sino
en Santullano, recuerdo el de Pacita
la de Andallón.
En aquellos años cincuenta, Manolo
del Palacio padre de cuatro hijos quería estudiar a su hija y le buscó un
colegio en Oviedo y, sin ser muy pudientes, pues el Palacio donde vivían, ya no
era más que una casona destartalada y alquilada, consiguió tener a su hija en
un internado e iba a buscarla los fines de semana y la llevaba los lunes bien
temprano, además de atender la hacienda, que era el único medio de vida.
Pero ¿en qué la llevaba? Pues
aparejaba el burro, ponía encima a la niña con la maleta, y él iba a pie,
azuzando al animalito, hasta dejarla a las puertas del colegio.
Más de una niña bien de ciudad se
reiría de aquella escena, pero ella llegó a ser maestra.